¿Quién es Tino Costa? Ésa es la pregunta que todo aficionado al fútbol en Argentina se hizo cuando comenzó a destacar en el Valencia un centrocampista que marcaba goles desde fuera del área gracias a un cañón disfrazado de pierna izquierda. La duda adquirió otra dimensión cuando Sergio Batista decidió incluir al futbolista nacido en Buenos Aires en un amistoso previo a la Copa América disputada el pasado verano. Fue un 1 de julio de 2011 y no sería un día feliz para una selección argentina que, plagada de jugadores poco habituales, caería ante Las Águilas Verdes por 4-1. Sí lo fue para Alberto Costa, apodado Tino en honor a su abuelo, pues ese día vería cumplido uno de sus sueños para los que, nueve años atrás, había aterrizado en la Isla de Guadalupe con el fin de labrarse un nombre en el fútbol profesional.
La hinchada argentina no conocía la historia de un jugador que nunca pisó los terrenos de juego del fútbol profesional argentino. Hizo la prueba con algún grande como Estudiantes de La Plata, pero el destino le tenía reservado un camino más difícil. La noche antes se fracturó la muñeca y le impidió rendir lo suficiente como para mostrar la calidad que atesoraban sus botas. El tiempo transcurría y no le llegaba esa oportunidad que esperaba, con lo que, con 17 años, tomó la difícil decisión de buscar su sitio en el fútbol en la Isla de Guadalupe, departamento de ultramar francés ubicado en los mares del Caribe. En un fútbol amateur, considerado como la novena división del fútbol galo, daría los primeros pasos de su carrera.
Viviendo con una familia de acogida, Tino Costa acudía cada día a clase para no descuidar su formación (allí aprendió francés) y vivía de su trabajo en el supermercado, pues el fútbol no le daba para vivir. Hoy recuerda los difíciles momentos que vivió en la capital de Basse-Terre, cuando cada noche decidía marcharse de allí y cada mañana encontraba las fuerzas para seguir un día más. La valiente decisión que había tomado le llevó a jugar dos temporadas en el Racing de Basse-Terre en las que ganó la liga y la copa. Un mes por cada temporada viajaba a Francia para hacer pruebas con los grandes del país como el PSG, el Lyon o el Marsella, pero en ninguna de ellas convenció lo suficiente.
Sin embargo, un día llegó una llamada procedente de París: no era la que esperaba, sino que procedía del Racing Club de París, un grande del fútbol francés hasta mediados de siglo que posteriormente sufrió graves problemas económicos. Un club en el que jugó en los ochenta Enzo Francescoli y que, por cierto, viste de albiceleste. Cuando llamaron a Tino Costa para hacerle saber que tenía un hueco en el equipo militaba en tercera, pero era la oportunidad que el centrocampista esperaba para desembarcar en Europa y, además, le ofrecían un contrato profesional. Era el momento de dejar la isla caribeña.
Su experiencia en la categoría de bronce del fútbol galo fue larga: cuatro temporadas repartidas en tres equipos, la primera en el Racing de París, las dos siguientes en el Pau FC y la cuarta en el FC Séte. En todas ellas hizo buenos números, pero el siguiente paso en su carrera no llegaría hasta el año 2008, cuando el Montpellier, que entonces jugaba en la Ligue 2, le ofreció la posibilidad de ascender de categoría. El futbolista argentino no lo dudó y completó una magnífica temporada en la que marcó ocho goles, dio doce asistencias y que le valió para convertirse en la referencia del Montpellier y ser nombrado mejor futbolista de la categoría, pero, sobre todo, el principal logro fue que el club lograría el ascenso y al año siguiente podría jugar por fin en primera. Con 24 años, parecía que Tino Costa comenzaba a cumplir aquellos objetivos que un día le motivaron a marcharse a Guadalupe.
En su primera temporada en la Ligue 1 no bajó el nivel, deslumbrando con su magnífica pierna izquierda, marcando siete goles y liderando a un Montpellier que se convirtió en la revelación de la temporada al terminar en el quinto lugar. Su fantástica temporada llamó la atención del cuerpo técnico del Valencia, que no dudó en desembolsar seis millones de euros por su ficha. Un paso más en una carrera que marcaba los plazos deseados. Sus inicios en Mestalla no fueron fáciles, el sitio en el once estaba complicado y la afición recelaba de un futbolista, una vez más, desconocido. No obstante, poco a poco fue ganándose un hueco en los planes de Emery y su pierna izquierda, con golazos como éste en la Liga de Campeones, hizo el resto.
Su historia habla por sí sola sobre lo que significó para Tino Costa la llamada de la selección argentina. Fue el premio al esfuerzo, la valentía y la confianza en sí mismo. Aquel día jugó 57 minutos, tuvo una participación activa en el juego y mandó un disparo al poste como el que protagonizó el pasado domingo en el Bernabéu, donde jugó un gran partido. Al ser un amistoso, Tino Costa podría jugar aún con Francia: él da preferencia a Argentina, pero no negaría la llamada del país en el que se hizo futbolista. Otro de sus objetivos es jugar algún día en la liga argentina, preferentemente en el club del que es hincha: San Lorenzo. Y es que a pesar de todo lo vivido sólo tiene 27 años y mucho fútbol por delante en un deporte en el que se ha ganado un sitio por derecho propio. Y es que a veces, los sueños se cumplen.
Por Gabriel Caballero
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